Termina un intenso día de trabajo en la campaña Radmed0422 cerca de Ibiza e incluso en alta mar nos llegan los ecos de la barbarie. Pienso en ello, en que tal vez todos deberíamos tener la oportunidad de mirar a la cara a este mar inmenso, de perder la vista más allá del horizonte. Quizá se diluirían en él los enemigos imaginarios, las afrentas, tanta identidad como arma arrojadiza, tanta patria mal entendida, tanta certeza mal digerida. Todo lo que alimenta a los monstruos y que ellos promueven en un círculo infinito de horror y muerte. A medio camino entre la fascinación y el miedo, tal vez sintiéramos el impulso de echarnos a un lado, de callar, de comprender nuestra finitud, nuestra fragilidad, y volver a lo que de verdad nos hace grandes. Mejorar, crecer, construir, amar. Puede que sea ingenuo, pero pienso que no se pierde nada por intentarlo, quien tenga la posibilidad de hacerlo, dejar por un momento las redes sociales, nuestras dinámicas, nuestros bandos, nuestras inercias. E i