Afortunados


Hace unos días tuvimos que regresar antes de lo previsto a Palma de Mallorca. La mar, que los marinos conocen igual que una mujer el rostro del hombre que ama según Balzac, no dejaba otra opción. Amenazaba intratable, sin dudas, sin contemplaciones.

Un par de borrascas, una por el norte y otra por el sur del archipiélago, nos van a tener al menos 4 días atracados en el puerto de la ciudad que alabaron Chopin, Rubén Darío o Borges. Nuestros datos, nuestras mediciones, nuestra ciencia se quedan en nada cuando Poseidón así lo decide.

Me lamentaba de ello cuando descolgué el teléfono para hablar con Pilar Jaén, una de esas pocas personas que con solo unas palabras te levanta el ánimo, te cambia la perspectiva de las cosas. Te mejora.

Y hablamos de lo que tuvo que ser vivir una situación parecida para quienes nos precedieron. Aquellos marinos que recorrieron mares igual de traicioneros, igual de terribles, hace 100 o 200 años, como los de nuestra familia, los Jaén. En barcos de vela, construidos con madera, meros cascarones a merced de las olas, con menos opciones de prevenir, sin servicios meteorológicos ni gps, sin posibilidad muchas veces de esperar que amaine el temporal atracando en el puerto más cercano. Cuántos hombres de mar descansan bajo las aguas que les arrebataron la vida ante el olvido y la desmemoria de esta sociedad que huye hacia adelante ignorando su pasado.

Y sí, somos afortunados. Dice que cualquier tiempo pasado fue mejor solamente quien olvida o desconoce. Quien se deja embaucar por esa seductora peligrosa que es la nostalgia, como dijo George Ball.

Leer, aprender, libros, vídeos, escribir líneas como estas, hablar a quien nos quiere. Seguiremos así, aquí, en este puerto, mientras lo decidan la mar y las borrascas.





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