Museo Marítimo de Barcelona
Me encuentro en el Museo Marítimo de Barcelona. El viejo buque oceanográfico Francisco de Paula Navarro permanece atracado en el puerto, el calor aprieta y Las Ramblas es un bullicioso hormiguero, un caudaloso río de turistas que no desembocan en ninguna parte. Pero aquí dentro se está de maravilla.
Del siglo XIII, cuando las Reales Atarazanas de la Corona de Aragón fueron las más grandes del mundo, el edificio sorprende, impresiona, sobrecoge. Con sus arcos de sillería gigantescos se siente uno como Jonás, en el vientre del gran mamífero marino. Y con todo tipo de material sobre la mar y los barcos y aquellos que los habitaron desde los tiempos más remotos de la historia. Como por ejemplo, esta réplica 1:1 de la Galera Real, auténtico monstruo de los mares similar en tamaño a nuestros aviones intercontinentales que fue construido en estas atarazanas y que como expresión del poderío militar de la época llegó a participar en la batalla de Lepanto.
Una delicia este museo dedicado a la divulgación de la cultura marítima y a la conservación y difusión del patrimonio cultural de Cataluña en cuya fundación en 1936 como poca gente sabe intervino un malagueño y antepasado mío: el capitán de la Marina mercante, catedrático de navegación y responsable de varias instituciones, Alfredo Jaén Jiménez.
Y yo me pregunto, siendo Málaga una ciudad marítima con miles de años de historia y un puerto que en el siglo XIX llegó a ser el segundo más importante de España solo por detrás del de Barcelona, ¿por qué no tenemos un museo de estas características? ¿por qué no una institución que refleje la historia, los pormenores, las vicisitudes del mundo del mar y sus gentes de forma educativa, amena y atractiva? ¿ por qué tenemos que traer de fuera costosos museos franquicia sin ningún arraigo en la ciudad y cuya rentabilidad económica para las arcas municipales deja mucho que desear? Podríamos haber empleado como sede algún portentoso edificio de los que albergaron nuestras grandes fábricas del XIX, pero la mayoría fueron demolidos.
Ahí lo dejo. A lo mejor en esta ciudad y en este modelo turístico que casi nadie cuestiona sí hay espacio para quienes tanto dieron por ella.
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