Recuerdo que una vez, en la facultad, me dijo un compañero que lo que más le sorprendía de mí era mi capacidad para ser feliz con una mantis y unas cuantas canciones (aún no escribía novelas). No sé hasta que punto eso era o sigue siendo cierto. Tampoco pienso que deba hacerme sentir orgulloso, ni me creo mejor que los del "Todos somos insaciables". Lo que sí tengo claro es que, a día de hoy, podría pasarme horas observando a este y a otros insectos. Porque, parafraseando a Whitman, son perfectos y no menos importantes que el camino que recorren las estrellas. Y eso no es poco. Disfrutemos del vídeo, amigos.