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Vejer de la luz

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Beka en tiempos de fenicios y cartagineses, Besipo para los romanos, Bekkeh para los musulmanes, Vejer de la Miel durante siglos por la abundancia de colmenas, Vejer de la Frontera en nuestros mapas… Y para nosotros, simples viajeros sin la gravedad que imprimen las civilizaciones, será siempre Vejer de la Luz.

Sorolla en Salobreña

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A veces, la vida te regala un cuadro de Sorolla, oculto para otros ojos, al cruzar la esquina.  O te obsequia con Morente cantando a Lorca, desde el silencio de un balcón con alas: "Se cayeron las estatuas al abrirse la gran puerta, al abrirse la gran puerta." Ilusión, alegría, sueños, lucha. Da igual. Ábrela. Y que se caigan las estatuas. Todas las estatuas

Libélula en el P.N. Montes de Málaga

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Como un destello, como un disparo, como vuelan los arrepentimientos del poema de Benedetti. Demasiado rápido para nuestros ojos de ciudad, acostumbrados a la rutinaria facilidad de lo evidente. Así apareció esta libélula, oculta por su propia vorágine entre las grises espigas del matorral. En uno de estos momentos en los que para uno se paraliza el mundo, trata de imitar la levedad del mimo y desea que fuese para siempre ese suspiro en medio de la cotidianidad del bosque. Estos insectos son fascinantes: su vuelo, su colorido, sus ojos, su elegancia... Siempre he visto en ellos algo hipnótico. Aunque suelen ser animales de agua dulce, este ejemplar estaba a kilómetros del riachuelo más ceracno. La naturaleza siempre se empeña en rompernos los clichés. Siempre hay algúna excepción que desconocíamos, alguna familia adaptada a otras condiciones diferentes a la del resto. Quizás en eso consista la vida. En fin.  Al final la fugacidad no lo fue tanto, se hizo la magia y esa explosión d

Reflexiones sobre el Paraje Natural de los acantilados de Maro-Cerro gordo. II

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A veces, da la sensación de que la propia naturaleza te guía hacia lugares que han permanecido ignorados u ocultos a aquellos que no hablan su idioma. Y de que para ello se sirve de personas, situaciones, coincidencias, aparecidas hábilmente en el camino. Este pequeño paraíso de roca y agua con musgos, líquenes, helechos y todo tipo de insectos se encuentra muy cerca del Paraje Natural de los acantilados de Maro-Cerro gordo. A unos pasos del abrupto y áspero monte mediterráne o sobre el que reina un sol sin piedad, como el recuerdo de un pasado lluvioso que la tierra guardase en el cajón de una de sus cicatrices, como el sueño de aquello que pudo ser y que quizás ya no será. No aparece en ninguna guía turística, ni en ningún folleto de la Junta y la persona que nos lo indicó parecía en cierto modo feliz con ello. Lo entiendo. Sería una pena que fuese descubierto por aquellos que vociferan a lo “Sálvame”, los de la jauría de vehículos con ladrido metálico o... Bueno, los que quieren est