Una paz de agua y espacio
Dijo Neruda que venimos, si no recuerdo mal esos versos, de abrasados corredores, de túneles mordidos por el odio, del salto sulfúrico del viento. Y que creía en una paz de agua y espacio. Paz, agua, espacio. Qué difícil resulta, sobre todo porque las principales guerras habitan en nosotros mismos. Qué lejos estamos, la mayoría, del armisticio. Y cuanta confusión. No, la serenidad no es tristeza, ni el silencio aburrimiento, ni la soledad el enemigo . Por más que algunos se empeñen. En esa lucha vivimos hasta que la tierra nos regala momentos como este. La misma tierra que llora (todo mi afecto a los amigos de tantos lugares inundados por el llanto), la misma que escupe aguas turbias, como si se retorciese, como si se rebelase contra tantas tropelías que le infringimos los hombres. Leo “La muerte en Venecia” frente al mar, con los pies descalzos, la mirada sin ataduras y la razón sin emboscadas. Pienso en ello cuando, sin esperarlo, en mi diálogo interno, Mann apa...