Ojos de buey
Desde el ojo de buey de un barco, el puerto de Algeciras parece Nueva York. Es como si algunos lugares nos dotasen de otra forma de mirar, con más magia tal vez. O quizá sean los momentos, las fases en las que la vida nos pasa, nos atraviesa. Porque también en el mismo barco, cuando cae el silencio, los motores suenan como los alaridos de una ballena metálica. Eso me ha llevado a recordar aquellos años en los que preparaba la oposición, aquella a través de la cual entré a formar parte del Instituto Español de Oceanografía (IEO). La ilusión, las ganas de luchar por un futuro, despertar cada mañana con un objetivo, la fe en una meta que veía ahí, a la vuelta de la esquina. Pero también los primeros desengaños, aquellos aprendizajes que sentí como fracasos, la desorientación, las dudas, la falta de oportunidades. Las voces de los que me decían que era imposible, aquellos que, como en el poema de Benedetti, prefieren vivir inmóviles al borde del camino. Tal vez de lo que se trate es de asu...