RADMED

De un tiempo a esta parte las cosas suceden tan rápido que apenas tengo tiempo para contaroslas como me gustaría. Como muchos ya sabéis, a finales del año anterior me asignaron participar en una campaña oceanográfica y me he pasado practicamente todo enero navegando.
Casi un mes a bordo del Buque Oceanográfico Ramón Margalef, auténtico laboratorio flotante del
Instituto Español de Oceanografía - IEO
de 46m de eslora.
La experiencia desde el punto de vista profesional y también personal ha sido de lo más enriquecedora. Nada que ver con trabajar en el laboratorio en tierra. En el barco aprendes a marchas forzadas, porque el ritmo es de vértigo ya que es necesario coger las muestras antes de que llegue a la siguiente estación en la que la roseta de botellas que veis en la imagen deberá estar perfectamente preparada para coger otras muestras. Te acompañan, además, compañeros que tienen muchos años de experiencia; descubres que hay miembros de la tripulación que pasan la mayor parte del año en la mar; disfrutas de la fauna marina que sale a tu encuentro entre las olas, de puestas de sol de ensueño, conoces lugares y personas increíbles.
Pero no quiero llevar a equívocos, también es, desde el punto de vista físico y mental, un trabajo muy exigente. Porque se desarrolla en una superficie en continuo movimiento, algo a lo que el ser humano no está acostumbrado, porque los días en los que hay mala mar son durísimos y apenas se sale del camarote, debido a la pandemia no se puede abandonar el buque en los puertos... Yo mismo no sabía cómo iba a reaccionar mi cuerpo. Afortunadamente, la mayor parte del viaje, me he sentido bien.
Teníamos que estar ya preparados para empezar a trabajar al amanecer pues es necesario aprovechar al máximo las horas de luz que en invierno son escasas. El almuerzo era a las 11 y a las 12 horas y la cena a las 19 y a las 20. A las 23 era lo recomendable estar durmiendo.
¿Qué utilidad tiene todo esto? ¿Qué significa eso de RADMED que he estado usando como hashtag todo este tiempo?





Este es, en primer lugar, el nombre de la campaña oceanográfica. La numeración 0121 hace referencia a que esta se ha llevado a cabo en el mes 1 del año 21.
Pero sobre todo es el acrónimo de “Series temporales de datos oceanográficos en el Mediterráneo” el proyecto del
Instituto Español de Oceanografía - IEO
dedicado a la monitorización ambiental de las aguas del Mediterráneo español.
Este consiste en recorrer, idealmente cuatro veces al año, por un equipo formado por miembros del Grupo Mediterráneo de Cambio Climático de los centros de Málaga y Baleares, una serie de estaciones fijas a lo largo de todo nuestro mar. En todas ellas se obtienen perfiles de temperatura, salinidad, oxígeno y clorofila mediante un aparato llamado CTD que va instalado en la roseta que veis en la imagen (sus siglas significan conductividad, temperatura y profundidad en inglés). Estos datos los vemos a tiempo real en el laboratorio del barco. En algunos casos se trabaja en estaciones tan profundas como las de Cabrera o algunas de Mahón, que superan los 2.300 metros.
En cada estación también se toman muestras de agua a distintas profundidades para la determinación de variables químicas como nutrientes, clorofila, oxígeno disuelto, alcalinidad o pH; pero también para el análisis biológico de las comunidades de fitoplancton, la base de la cadena trófica del mar. Hoy sabemos, pese a la creencia más extendida, que es el fitoplancton y no la cuenca amazónica el auténtico pulmón del planeta. Tampoco se nos escapa el siguiente eslabón, el zooplancton, cuyas muestras recogemos con las redes que veis también en la foto.
La utilidad de este proyecto no es otra que mantener series de datos que se remontan en algunos casos a hace más de 30 años y con ellas analizar estadísticamente si estas variables se desvían o no de sus valores normales para observar ciclos o tendencias a largo plazo.
Es, como se dice en "El estado actual de los ecosistemas marinos en el mediterráneo español en un contexto de cambio climático" (Vargas-Yañez et al, 2019), como una revisión médica periódica que nos alerta de cualquier problema antes de que se agrave.
Una labor durísima que, contra viento y marea (nunca mejor dicho), ha servido para que el IEO, que es el organismo asesor del Gobierno en todo lo que tiene que ver con la ciencia marina, pueda dar dicho asesoramiento en temas tan de actualidad como el Cambio Climático, el estado de salud de nuestros mares y el impacto de las actividades humanas sobre nuestro medio marino, con el fin de que se tomen las mejores decisiones. Por ejemplo, se ha llegado a concluir que la temperatura del agua en el Mediterráneo se incrementa a razón de un grado cada 100 años.
Digo contra viento y marea porque todo este trabajo tan necesario se ha realizado y se realiza con no pocas dificultades: el mal tiempo, la falta de disponibilidad de buques, las averías en los instrumentos, la falta de personal, las trabas burocráticas...
El pan de cada día de una ciencia silenciosa y poco valorada salvo cuando nos atacan virus y catástrofes que nos ponen en jaque a todos. Esa ciencia que camina lenta pero segura, con rigor y seriedad en estos tiempos de políticos y de tuiteros que dicen lo primero que se les pasa por la cabeza.
Esa ciencia que se sostiene, que nos sostiene, en buena parte sobre los hombros frágiles de gran cantidad de trabajadores ultratemporales y precarios que también merecen aplausos. Esa ciencia que, cuánto dolor nos cuesta olvidarlo, es sinónimo de progreso, de calidad de vida, de esperanza y de futuro.


Fotografía tomada por Candela García




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