STOCA
El pasado año 2021 nos
regaló en su último mes una nueva campaña oceanográfica: la STOCA 202112. A
bordo del Ángeles Alvariño y dirigidos por el investigador del Instituto
Español de Oceanografía (IEO-CSIC) Ricardo Sánchez Leal, estuvimos navegando
durante 7 días los mares del Golfo de Cádiz.
La experiencia ha sido
muy enriquecedora, a la vez que muy intensa. Los pocos días con los que
contábamos han hecho que se sucediesen cada día un gran número de estaciones
(puntos del océano en los que tomamos datos y recogemos muestras). Además, el
mar y el invierno nos han puesto las cosas aún más difíciles durante buena
parte del recorrido.
Encrucijada desde hace
milenios de mares y de sueños, epicentro de la exploración de nuevos mundos, el
Golfo de Cádiz forma parte junto con el mar de Alborán de un enclave
oceanográfico de máxima importancia. En él se produce el intercambio de aguas
entre océano Atlántico y mar Mediterráneo.
A esto se añade que los
aportes de cauces como Guadalquivir, Tinto, Odiel o Guadiana y una meteorología
con poderosos vientos de levante provocan que la producción primaria y
secundaria sean elevadas, convirtiendo el entorno en una zona de alevinaje y
cría de especies de interés comercial.
Por lo tanto, observar
en el largo plazo ciertas variables nos permitirá disponer de datos con los que,
con el paso de los años, detectar tendencias en el tiempo y evaluar los efectos
de posibles variaciones y su relación con los cambios globales.
Para ello, en el proyecto Series Temporales de datos Oceanográficos en el Golfo
de Cádiz (STOCA) se estudia la física, la química y la biología en estaciones
fijas agrupadas en radiales perpendiculares a la costa desde el estrecho de Gibraltar hasta
la desembocadura del río Guadiana frente a Portugal.
La física, mediante perfiles de
temperatura, salinidad, oxígeno y clorofila gracias a un aparato llamado CTD
que va instalado en la roseta que veis en la imagen (sus siglas significan
conductividad, temperatura y profundidad en inglés) cuyos datos vemos a tiempo
real en el laboratorio del barco. También acoplamos a la roseta otro aparato
llamado ADCP cuya misión es medir corrientes.
La química, tomando muestras de agua a distintas
profundidades para la determinación de variables como nutrientes o clorofila.
Y la biología, a través del análisis de las
comunidades de fitoplancton en dichas muestras y de las de zooplancton que se
pescan mediante el arrastre de redes como la Bongo 40 o el patín de neuston que
explicaremos en otro post.
Además, se incluye el mantenimiento de una línea
fondeada en el mar con correntímetros para medir las propiedades de las masas
de agua.
Todos estos datos tienen después un amplio
recorrido internacional trasladándose, entre otros, al Grupo de Hidrografía Oceánica del ICES (Consejo Internacional
para la Exploración del Mar, organización que promueve y coordina los recursos
naturales del Atlántico Norte).
Se trata de un proyecto multidisciplinar del que se
han realizado ya más de 30 campañas y en el que participan científicos y
técnicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), del Grupo de
Oceanografía Física de la Universidad de Málaga (GOFIMA) y del Instituto de
Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC). Gente increíble que he conocido con
unas ganas enormes de trabajar, de crecer, de aportar a la sociedad.
Como bien explica nuestro Jefe de Campaña, "la observación sistemática del océano es la clave para describir y comprender la naturaleza de los cambios y predecir su comportamiento futuro".
Y me gustaría añadir que sistemático significa, según la RAE, “que sigue o se ajusta a un sistema”. Y este
sistema no debería tener lagunas, ni espacios en blanco debidos a
cuestiones políticas ni administrativas. O las conclusiones, esas que
necesitamos más que nunca para actuar y tomar buenas decisiones, ya no serían
fiables. Ojalá seamos capaces todos de entenderlo, de transmitirlo y de luchar por
ello.
Fotografía tomada por Patricia Romero |
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