Salpas: el ejército transparente

La campaña oceanográfica del IEO, STOCA 202112 continuaba su curso. A bordo del Ángeles Alvariño y dirigidos por el investigador Ricardo Sánchez Leal llevábamos ya unos días navegando los mares del Golfo de Cádiz recogiendo muestras, anotando datos, tomándole el pulso a su corazón de agua.

Aquel día, el Atlántico nos azuzaba, nos espoleaba con una furia de siglos. Se desplazaban los taburetes en cubierta como si de la película “Matrix” se tratase. El elegante buque de más de 46 m de eslora parecía, entre sus olas, un juguete.

Por eso no pudimos en esa estación sacar el Patín de Neuston, ingenio cuya función es capturar este tipo de plancton, el más superficial, el que habita en la delgada línea que separa el agua del aire y que, a diferencia de otras redes, no se sumerge sino que se desliza por la superficie.

Sí empleamos, sin embargo, las Bongo 40 para la captura de zoo e ictioplancton (este último el integrado por larvas de peces). Cual fue nuestra sorpresa cuando, al recoger las muestras de los colectores, nos encontramos con una sustancia amorfa, con forma de gelatina, que obstruía e impedía la recolección de todo lo demás. Eran salpas.

Estos seres gelatinosos de aspecto alienígena no nos hacen ningún daño y son beneficiosos para el ecosistema, pues participan en el secuestro de carbono del fitoplancton.

Aunque se puedan confundir, ni son ni tienen relación con las medusas. No son urticantes y sí completamente inofensivas, por eso debemos respetarlas y no asustarnos cuando veamos llegadas masivas a nuestras playas, lo que es un fenómeno natural que puede estar provocado por la aparición de grandes cantidades de fitoplancton del que se alimenta o por los temporales.

Pertenecen al grupo de los tunicados que se incluyen entre los cordados, al igual que nosotros, los vertebrados. Se cree que sus ganglios nerviosos pueden ser una versión más primitiva de nuestro sistema nervioso central.

También que cuentan, en sus estadíos larvarios, con un antecesor de nuestro cerebro que les permite encontrar un lugar en el que asentarse durante su vida adulta. Una vez instalados, lo absorben porque ya no lo necesitan.

Las salpas son un grupo de éxito, debido sobre todo a que cuando hay mucho fitoplancton, producen rápidamente clones que lo recogen para devorarlo multiplicándose a un gran ritmo los efectivos de este ser intrigante y diminuto. Pero si el fitoplancton es demasiado denso, las salpas pueden hundirse en el fondo o inundar nuestras playas de sus cuerpos viscosos.

Pero quizás lo más importante de su biología es que son capaces de absorber en torno a 4.000 toneladas de CO2 al día ya que, tras alimentarse del fitoplancton que previamente lo capturó, condensan el carbono en pelotas fecales que caen por gravedad a las profundidades del océano. Ya que cuentan con una gran abundancia, no es necesario incidir en la importancia desde el punto de vista ecológico que tiene este proceso en un contexto de cambio climático.

Por eso es tan importante observar en el largo plazo ciertas variables, disponer de datos con los que, con el paso de los años, detectar tendencias en el tiempo y evaluar los efectos de posibles variaciones y su relación con los cambios globales que estamos viviendo.

En el Antártico, al norte del Pacífico, en el Mediterráneo… Llevan miles de años sobre la tierra, nos retrotraen a tiempos pretéritos, forman un ejército transparente contra el cambio climático, pero son grandes desconocidas: son las salpas.




Foto: Patricia Romero



Imagen tomada mediante Zooscan por el Grupo Mediterráneo de Cambio Climático del IEO




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