Costas, montes. ¿Es el camino?





Hace unos días nos levantábamos con la siguiente noticia, publicada en el diario El País: El PP rebaja la zona de protección de la costa de 100 a 20 metros.” Estaba hablando el rotativo de la servidumbre de protección en una enmienda a la Ley de Costas en trámite parlamentario actualmente.

Abordando el caso, vaya por delante antes que nada que El País usa el tema con un claro interés de munición partidista, visible con sólo leer el titular, algo que tanto daño hace a los que intentamos abordar las cuestiones relacionadas con el medio ambiente de una forma más honesta; también que el periodista juega con dar a entender que la rebaja en los metros de servidumbre de protección permite nueva vivienda, cuando esto no es así (o al menos en esta enmienda, yo no descartaría nada) y sólo “libera” a aquellas viviendas ya existentes que podrían hacer obras con unos requisitos más laxos; que también está el tema de que es necesario regularizar la situación de viviendas particulares que se encuentran en una especie de limbo tras la actual ley del año 88, algo que se supone abordaría esta nueva ley (yo mismo he defendido el valor cultural y la conservación de las casas tradicionales de los barrios malagueños de El Palo y Pedregalejo.)

Todo eso es cierto, pero tras leer el proyecto creo que es realmente preocupante y lo es por la forma en la que se aplicaría esta nueva normativa. El texto es confuso, pero sabemos el tejado sobre el que recaería la delimitación de la vivienda en función de una serie de requisitos: el de los Ayuntamientos, con silencio adminsitrativo favorable del Ministerio de Medio Ambiente tras 18 meses. No hay que ir muy atrás en el tiempo para sentir una gran inquietud por la voracidad urbanística que mostraron gran cantidad de municipios que vieron en el dinero fácil de la burbuja inmobiliaria y del ladrillo su principal vía de financiación, con los destrozos que todos conocemos. También habría que estar muy alertas con como afectaría esta ley a auténticos atentados contra nuestro litoral, algunos con sentencia desfavorable del Tribunal Supremo, como es el caso del célebre hotel El Algarrobico. Sería muy grave que una nueva ley diera carta blanca a este tipo de barbaridades, desoyendo a la máxima instancia judicial, sobre todo por el precedente que ocasionaría. Lo de construir obras de defensa para paliar las posibles invasiones del mar por el cambio climático es a mi juicio un enorme desvarío. ¿No sería más lógico no construir a tan poca distancia del mar que hacer obras para tener que defenderte de él? Este disparate se habría evitado si nuestros legisladores hubieran tenido a bien de sentar a algún científico en su mesa.

Cambiando de tema, hace menos de un mes, el titular, esta vez del digital El Confidencial, era este otro: La nueva Ley de Montes abre la puerta a la recalificación urbana de bosques quemados.” El texto en estos momentos es sólo un borrador y quiero analizarlo más a fondo en un futuro post pero su artículo 50 pone los pelos de punta a cualquiera. Dice así: “Con carácter excepcional, las comunidades autónomas podrán acordar cambio de uso forestal cuando concurra un interés general prevalente el cual deberá ser apreciado mediante ley, siempre que se trate de terrenos de titularidad pública y que se adopten las medidas compensatorias necesarias que permitan recuperar una superficie forestal equivalente a la quemada. Tales medidas compensatorias deberán identificarse con anterioridad al cambio de uso. En ningún caso procederá apreciar esta excepción respecto de montes catalogados,” “Tenemos el razonable temor de que, como ocurre tantas veces, la excepcionalidad se pueda convertir en norma”, explicaba a El Confidencial Mario Rodríguez, director de Greenpeace en España. Más razón, imposible.

Son proyectos, no son leyes aún. La sociedad española debería mostrar en este momento cual es el camino que quiere en cuestiones tan trascendentes. La democracia no es votar cada cuatro años ni dar pie a continuas pataletas ni desahogos de todo tipo cuando todo esta perdido como desgraciadamente vemos con demasiada frecuencia, sino el arte de estar siempre al pie del cañón ofreciendo buenos argumentos. 

Ya se que algunos se lanzarán contra un post como este ya que aprueban y defienden este tipo de políticas, pero los argumentos de los, a mi juicio, mal llamados “desarrollistas” caen por su propio peso. Si el camino hacia la prosperidad estuviese hecho de ladrillo y de continuas pérdidas de patrimonio natural, España sería sin duda una de las naciones económicamente más prósperas. La España que construía más viviendas que Francia y Alemania juntas, como sacaba pecho Aznar; la España que jugaba en la Champions League por sus bancos y cajas de ahorros metidos a inmobiliarias como presumía sonriente Rodríguez Zapatero.  Todos sabemos como acabó el cuento porqué aún vivimos en ese fin del cuento y padecemos sus desastres. El sentido común nos dice que no se sale de una crisis por el mismo camino que nos condujo a ella, pero es más fácil la inercia que la busqueda de la verdad, el error confortable que el acierto arriesgado, el cliché y el tópico que contrastar datos, argumentos, documentarse...

Errar es humano, hacerlo de nuevo con la misma piedra (o el mismo ladrillo) demuestra no ya una clase política de bajísimo nivel como todo el mundo crítica, sino una ciudadanía falta de criterio, de cultura y de memoria.  Es que en estos temas, como en todos, es muy fácil echar la culpa de todo a los políticos.

Ah, como siempre, para no pensar a expensas de El País y cia:



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