Cambio climático: ciencia, no ideología

A raíz de la intervención de la activista sueca Greta Thumberg en la ONU se han sucedido en las redes manifestaciones y debates mezclando ciencia con posturas meramente emocionales e ideológicas. Y, debido a la gravedad del tema, me parece fundamental dejar claros algunos conceptos:
-El cambio climático es real. Desde hace décadas se llevan recogiendo por parte de los científicos una enorme cantidad de observaciones empíricas que permiten concluirlo tajantemente.
-Hay un claro consenso en la comunidad científica en torno a que existe una relación directa entre la emisión de gases de efecto invernadero ‒principalmente CO2- desde el inicio de la Revolución Industrial y el aumento global de las temperaturas. Es decir, el fenómeno está provocado por nosotros. Países como China e India son los responsables de la mayor parte de estas emisiones.
-Aunque muchas de las consecuencias sean a día de hoy desconocidas, también coinciden los expertos en anunciar un aumento de la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos: incendios, sequías, huracanes, inundaciones, olas de calor. Ya lo estamos viendo. Catástrofes como la pasada DANA que nos costó 6 muertos están siendo cada vez más frecuentes. España será uno de los países más perjudicados.
De todo esto ya se hablaba cuando estudié Biología en los primeros 2000. Hoy, la climatóloga Marisa Rojas advierte de que las estimaciones sobre los riesgos que sufriríamos los humanos y los ecosistemas fueron muy conservadoras. Se quedaron cortos.
Pasando al tema de Greta, lo preocupante no es, a mi juicio, que se critique el apoyo recibido por los lobbies de energías renovables (cosa que, por otra parte, no es ilícito y está incluso regulado), los intereses editoriales o sus viajes con la realeza.
Lo que me parece realmente grave es que se distorsione la escala de las cosas: no se puede obviar un cáncer y poner el foco en un dolor de muelas; asuntos que no serán ni una nota a pie de página en la historia no deberían mover más teclados que un cambio global cuyas consecuencias se comparan, según muchos autores, con las del meteorito que acabó con los dinosaurios; la legítima denuncia no debería ir acompañada de la negación de la realidad. No es inteligente vivir como si el problema no existiera.
(Las burlas y descalificaciones recibidas por su Ásperger demuestran, por cierto, el grado de deshumanización al que tantos han llegado en estas plataformas.)
Negar el cambio climático de origen humano porque se es de derechas tiene el mismo sentido que rechazar los transgénicos porque se es de izquierdas: ninguno. Pero aquí pocos se apartan del guion. ¿No será que, como deja caer el profesor Arias Maldonado en uno de sus artículos, no queremos dedicar tiempo a leer la literatura científica tan extensa que se ha publicado sobre el asunto?
Por eso, pienso que no deberíamos asociar la crisis climática a ideas y partidos progresistas, pues eso justifica el rechazo de los más conservadores. Y en esta guerra no nos podemos permitir bajas. No debería ser así, pero es.
Dicho esto, opino también que la visión apocalíptica que transmiten fenómenos como Greta no es la más adecuada para abordar un problema tan serio. Conciencia, mueve emociones, pero a la larga te lleva a asumir el desastre como inevitable. El pesimismo lleva a la inacción.
De las soluciones, que las hay, hablaré en otro post. Hay que actuar ya y hacerlo internacionalmente con medidas encaminadas no solo a minimizar la tragedia (evitarla ya no es posible) sino a adaptarnos a ella.
Hace falta pedagogía. Llegar a todos: a la sociedad civil, a los jóvenes, a los Gobiernos regionales, al sector privado. Pero con mesura, rigor y seriedad. Y sobre todo poniendo a la ciencia y a los científicos en el puesto de mando, el lugar que sin duda les corresponde.


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