¿Todos somos insaciables?

¿Todos somos insaciables? Desde hace tiempo sabemos que en el mundo de la publicidad se usan técnicas para que, en el momento de realizar la compra, nos decantemos sin saber muy bien por qué por un determinado producto. Asociarlo de manera indirecta con el éxito usando famosos como reclamo, con una alta posición social, con sentimientos de placer y bienestar, etc. En definitiva, se trata de estimular componentes emocionales (anhelos, temores, etc.) y no racionales en lo que algunos autores han denominado proceso de selección de compra.

Hasta ahí bien, o al menos entra dentro de lo aceptado o razonable. Pero, ¿y si ciertos publicistas al usar esas técnicas para animarnos a comprar un producto estuvieran además modificando nuestra conducta, creando formas de pensar o hábitos que no son saludables? ¿Debemos aceptarlo también? ¿Debemos aceptar que es una virtud ser “insaciable”? ¿No es eso un interesado “darle la vuelta a la tortilla” para convertir en virtud un defecto?

Mucho se ha hablado al respecto de los problemas de anorexia y bulimia, en los que, añadidos a factores psicológicos propios en cada individuo, estaría la repetida exposición a modelos que lleva a cabo la publicidad; del sexismo promovido por distintos cánones de belleza o del conocido como “Trastorno de compra compulsiva” por el cual se produce “un impulso irresistible e incontrolable por las compras normalmente motivado por carencias afectivas y que da como resultado manifiestas dificultades sociales, personales y/o financieras” según Kellett y Bolton (2009). Un 7 % de la población padecería dicho trastorno según un estudio del Hospital de Bellvitge, centro pionero en su tratamiento.

El psiquiatra y periodista J. Navarro Valls no duda en afirmar que "la publicidad es capaz de modificar en un relativamente corto plazo de tiempo, costumbres y hábitos de la comunidad: es eficaz a la hora de crear mitos o promover necesidades, así como de implantar gustos e inducir actitudes". No hace falta haber estudiado psiquiatría, esto es algo sumido en gran medida en la sociedad por sectores muy diversos cuando de defender intereses económicos se trata. Como cuenta la especialista en formación docente de la UNED, Sonia Ester Rodríguez, hace unos años, Fanta sacó un anuncio en el que se nos contaba que cuando unos amigos no se lo pasan bien, uno de sus refrescos desaparece para transformarse en un centollo gigante; sin embargo, lo que se veía era un buey de mar. Conscientes de las consecuencias perjudiciales para el sector, los mariscadores de Pontevedra demandaron a Fanta: el centollo es uno de los principales mariscos de la zona y por lo tanto su gran fuente de ingresos. El público no debía asociar "centollo" a la imagen del buey de mar que daba el anuncio; pues, existe una gran diferencia de precio y de calidad. La empresa de refrescos se vio obligada a indemnizar a los mariscadores y tuvo que cambiar el anuncio para que dijera "buey de mar" en vez de "centollo". No contentos, el nuevo anuncio sólo se emitió dos días, ya que los mariscadores seguían sin estar contentos y Fanta retiró el anuncio para evitar una mayor polémica y nuevas indemnizaciones.

Deberíamos aprender de estos mariscadores y actuar con la misma celeridad, aún cuando la mala publicidad no provoque un daño cuantificable en euros. Nuestra salud emocional y sobre todo la de los más pequeños debe ser más importante que el dinero.Volviendo al anuncio que nos ocupa, no. No es una virtud ser insaciable ni se debe tolerar que así se nos presente. ¿Qué ocurre con la labor de años de educadores y divulgadores defendiendo un uso racional y sostenible de los recursos y la inviabilidad de devorar de forma “insaciable” todo lo que conforma nuestro medio ambiente? (Además, la tecnología es un sector delicado medioambientalmente hablando por las dificultades en el reciclaje) ¿Y los mensajes de médicos y psicólogos alertando de los peligros del uso abusivo del whatssap, de las redes sociales, etc? ¿Qué sentido tienen entonces las voces que premian a una distribución más racional de la riqueza? ¿A quién beneficia una población “insaciable”? Está claro que a la mayoría de nosotros, no. 

Una vez más, la solución debe pasar por nuestro espíritu crítico. Yo no contrataré ni loco los servicios de telefonía y ADSL de la empresa del anuncio. Debemos tomar conciencia del enorme poder que tenemos como consumidores. Señores directivos y publicistas, no. Todos no somos insaciables. Mi móvil es prehistórico, sé menos de sus tarifas que de hockey sobre hielo en Noruega, me conecto a internet solo a ratos, suelo comprar solo cosas que necesito y hay días que practicamente solo como verdura y frutas. Y no se pueden ni imaginar lo bien que vivo.


Imagen del spot "insaciables" de Orange. © Reservados todos los derechos. 

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