Otoño

A mucha gente no le gusta el otoño, pues opina que es una época triste y melancólica. A mí, sin embargo y para variar, me encanta. Quizás sea porque tengo asumido mi lado triste y melancólico, puede ser. O a lo mejor resulta que muchos confunden la serenidad con la tristeza, la paz con la melancolía, el silencio con el aburrimiento. Y ya se sabe. ¿Qué dirán? Esa otra religión que ha abierto en las redes nuevos templos del descrédito. Será porque los tipos así solemos consumir poco, lo justo. Lo que sí es seguro es que perder todos estos grados es para mí como soltar lastres, como dejar de cargar con el peso de una culpa, de las dudas o de la desesperanza. “En la orilla dormida de la tarde, hay olas de silencio y de tristeza” dejó escrito García Montero. Pensaba en todo ello cuando paseaba por la playa completamente a solas, con una quietud solo comparable a la de después de la batalla, mojando mis pies en un mar quién sabe de qué cosas testigo. Y sonreía. Que se queden ellos con todos los veranos, que yo disfrutaré, a mi manera, de todos mis otoños.


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