Castillo de Bellver y senderos

Aquella mañana la bahía de Palma era una chispeante bandeja de agua, un tranquilo pero alegre juego de luces de un sol perezoso, una colección de embarcaciones de todo tipo puestas en fila como esperando turno. "Bellver" (Bella vista en catalán antiguo) se llamaba el castillo que íbamos a ver. Y entendimos por qué. 

Era temprano, habíamos decidido la noche anterior que nos levantaríamos a primera hora para evitar el calor extremo y así lo hicimos. Palma era una brisa ligera y agradable, un oasis en el verano más cálido desde que hay registros. Era temprano, sí, tanto que el Castillo de Bellver aún estaba cerrado.

Para llegar hasta allí se pueden seguir varios senderos, el que entra por el parque de Sa Teulera, el del Polvorín, el camino de los prisioneros, el de la Bruja Juana o el de las canteras, en cuya base se encuentran las instalaciones de la Policía Montada del parque. Y en ese entramado de caminos, rampas y pendientes podremos encontrar también un parque infantil, un centro de interpretación y unas cuevas. 

Nosotros partimos de la Plaza de Gomila, a la cual se puede llegar cogiendo el bus 4 en Plaza de España, aunque se puede empezar a andar realmente desde dónde se quiera. La fortaleza se encuentra a 3 km del centro de la ciudad. Desde la parada de Gomila continuamos por la calle Bellver en la que permanecen, resisten aún, como escondidos algunos bellos edificios modernistas de principios del XX.

Muy pronto la calle se convierte en un bosque, el camino urbano en montaña. El puig de sa mesquida, como se le conocía ya en la edad media, aunque la vía sobre la que caminamos no sea tan antigua y date solo de 1859 cuando se construyó sobre la original con motivo de la visita de la reina Isabel II a Palma.

El bosque de Bellver es Parque Histórico Natural, lugar para el deporte, pulmón verde. Sa Pujada es el nombre de la larga escalinata que se yergue desafiante frente a nosotros. Su nombre en castellano, "la dolorosa" lo dice todo sobre su pronunciado y exigente desnivel. 

A un lado, el derecho, aparecerá sencilla, de piedra como casi todo lo que nos rodea, la capilla de San Alonso Rodríguez, en el lugar en el que cuentan que se le apareció la Virgen al santo portero de Monte Sion, iglesia y convento jesuita en torno a 1572.

Faltan unos minutos para las diez y el mirador en el que solo estábamos nosotros comienza a ser ocupado por (otros) turistas en su mayoría alemanes de una forma lenta, silenciosa pero irremediable. Nos ponemos protección solar. Empieza a hacer calor.

Menos mal que se abre ya ante nosotros la gran mole de piedra, de sillares de marés (arenisca) para ser más exactos que fueron extraídos de las entrañas del mismo monte, de unas canteras de 35 a 70m debajo del Patio de armas de la gran fortaleza gótica.

Construido entre los años 1300 y 1311 como punto defensivo y residencia real para Jaume II, rey de Mallorca, es uno de los pocos castillos europeos con planta circular y el único de España que nos ha llegado practicamente íntegro . 

Nos impresionó su foso, practicamente insalvable para el enemigo y a cuyas paredes solo se adhieren los sedums, creí estar en el palacio de Carlos V cuando entramos en su patio también circular y custodiado por estatuas gigantescas. No estábamos en Granada, pero al igual que en la ciudad de la Alhambra de entonces, también en Bellver conviven varias culturas: la romana, la musulmana, la cristiana, que en el Museo de Historia se entrelazan como en un guion perfecto.

Lo visitaron Carlos V, D. Juan de Austria, la ya mencionada Isabel II, los dos últimos reyes Alfonso y nuestros anteriores monarcas D. Juan Carlos y Dª Sofía. Tras sus muros estuvo preso Gaspar Melchor de Jovellanos, escritor e ilustrado ministro de Carlos IV, por sus ideas avanzadas como una educación al alcance de todos, la reforma agraria o el fin del tribunal de la Inquisición. Porque el castillo fue cárcel a principios del siglo XIX, en la guerra contra los franceses, y de nuevo para los presos republicanos durante el franquismo.

Subimos a su planta alta donde solo sus tres torres semicirculares adosadas y otra, la del homenaje, separada 7m del cuerpo del castillo por un puente de piedra, interrumpen unas vistas a la bahía, a la tramontana, al bosque, que parecen no acabar nunca. 

Una ruta (o conjunto de ellas) muy recomendable, asequible para todos los públicos, que pone a nuestro alcance la historia, la naturaleza y la belleza de Mallorca toda.


Fotografía de Salma Aboussalam












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