Lastres

Con el tiempo aprende uno a elegir mejor sus batallas, a cuidar el tiempo como el frágil y limitado tesoro que es, que las cosas que importan más nunca deben estar a merced de las que importan menos y que esa no es una simple obviedad que se le ocurrió a Goethe. Pasar más tiempo con quienes queremos, seguir escribiendo esa novela o disfrutar de las que escribieron otros pasan a ser más importantes que el ruido y la furia de las redes y la política. 

Pero sigo considerando como imprescindible el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo que consagra la Constitución Española en su artículo 45, que por cierto fue una de las primeras del mundo en reflejar dicha preocupación social. Creo en la importancia de que los poderes públicos velen por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente como dice el mismo artículo de la Carta Magna en su segundo epígrafe.

Por eso me parece inaudito que varios ayuntamientos surgidos de las últimas elecciones municipales como los de Valladolid, Elche, Palma de Mallorca y Gijón hayan anunciado que van a eliminar carriles bici, después de hacer campaña contra algunos de ellos renunciando a ciudades más saludables y a muchos fondos europeos que tendrían que devolverse.

Que la alcaldesa de Gijón prometa que en 15 o 20 días los coches sin etiqueta ambiental podrán volver a aparcar en zona azul cuando numerosos estudios científicos han relacionado la exposición a la contaminación por partículas con una variedad de problemas como muerte prematura en personas con enfermedades cardíacas o pulmonares, ataques al corazón, arritmia, asma agravada, irritación de las vías respiratorias, tos o dificultad para respirar, además de numerosos daños ambientales.

Que desde la Junta de Andalucía se acuse al reconocido biólogo y presidente del Consejo de Participación de Doñana Miguel Delibes de Castro de “manipulación política” por decir que “Doñana está seca, sus lagunas desaparecen cubiertas por árboles y matorrales y la fauna asociada lo hace con ellas” lo que tras varias décadas de inacción de los anteriores gobiernos irá a peor si se aprueba la proposición de ley de regadíos del gobierno actual.

Que la nueva presidenta de la comunidad autónoma de Extremadura diga que la protección ambiental del 34% del territorio extremeño supone “un lastre” para el desarrollo de la comunidad.

No. Ya sabemos que vivir en vecindarios transitables (con carriles bici, con redes de tranvías...) ahorra al sistema médico decenas de millones de euros cada año porque se generan tasas más bajas de enfermedades crónicas, que el vehículo motorizado es una de las causas del efecto isla de calor, que hace que en las ciudades haya temperaturas significativamente más altas que en su entorno, que los motores además generan calor y sus emisiones contribuyen al aumento de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático y que los datos de 2022 arrojan muchos más muertos debido a las olas de calor que a las inundaciones en una España que en solo un mes ha encadenado dos episodios extremos con temperaturas de récord por encima de los 40ºC, que la nueva realidad de crisis climática exige un nuevo diseño urbano como ya se está probando con excelentes resultados en Paris, Vancouver, Burdeos, Vitoria-Gasteiz o en otras muchas ciudades europeas.

Ya sabemos que el Parque Nacional de Doñana es un mosaico de ecosistemas que albergan una biodiversidad única en Europa y de extraordinaria importancia como lugar de paso, cría e invernada para miles de aves europeas y africanas y que nadie puede ser tan necio como para sacrificar todo eso para poder cultivar otras pocas hectáreas más.

Y sabemos también que la protección del medio ambiente nunca puede ser un lastre sino la única garantía posible para un futuro habitable en lo económico, en la salud, en el bienestar social. Y un derecho consagrado en la Constitución.

España se encuentra por su posición geográfica como uno de los países más vulnerables y ya lo estamos viendo en forma de sequías letales, pérdida de cosechas, temperaturas extremas, muertos por calor. Tenemos la oportunidad de avanzar en innovación, soberanía energética con fuentes de energías no contaminantes como el hidrógeno verde, agricultura regenerativa, aislamiento de viviendas, cubiertas vegetales. Y todo eso debería ser transversal. Ni las bicicletas son de izquierdas ni los coches de derechas. En países como Dinamarca y Países Bajos el apoyo al uso de la bicicleta es generalizado y ni siquiera la ultraderecha propone reducir su uso. Esa forma de pensar sí es un lastre porque esta no es una cuestión de ideologías, aunque tengo la sensación de que en los partidos de derecha se ha entrado en una espiral de disparates que nadie está dispuesto a parar como ocurrió con los de la izquierda hace unos diez años. Los ciudadanos no deberíamos premiar eso sino defender la cordura, la responsabilidad, el valor de la ciencia y no retroceder en cosas tan importantes como nuestro bienestar, nuestra salud y nuestro futuro.

Fotografías de iniciativas verdes de la ciudad de Burdeos, Francia. 12-05-2023.









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