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El Empíreo

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Encadenando pasos, persiguiendo luces como en un cuadro de El Bosco, esculpìendo cicatrices. Somos un batir de alas, el rugir del viento, siluetas en el horizonte, arena de desierto. Somos el sueño de un ancestro, que pisó por vez primera esta tierra, el rastro de un futuro, la ilusión de una promesa. ¿Qué hay más allá? ¿Cuál la próxima frontera? ¿Qué se esconde tras el Empíreo? ¿Qué detrás de tanta fuerza? Lo pensé mientras abandonaba este mar, estas dunas, el calor, estas playas. Y me acordé de El Bosco, de ti, de tus anhelos, de tu esperanza. No te detengas, que lo llevamos escrito a fuego, el caminar aun estando solos, continuar aunque azote el miedo. Amar, desear, sentir, vivir, subir la última duna. Ninguna idea nos debe despojar de eso. Ninguna. Detalle de "La ascensión al Empíreo", de Hyeronimus Bosch (El Bosco) .

100 días de soledad

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En los últimos años había llegado a perder mi espacio para la liturgia, para el rito, para el reencuentro con uno mismo que supone apagar las luces, habitar el silencio, ocupar el más cómodo de los asientos de la casa y hacer, con el pretexto de una película o de un buen libro, como si parase durante unas horas el mundo. Me propuse recuperar eso y, afortunadamente, encontré hace unos días, esta joya,  perdida entre los programas emitidos por la segunda cadena. La cinta nos muestra el reto del fotógrafo de naturaleza José Díaz, consistente en vivir en su cabaña en el Parque Natural de Redes (Asturias) durante cien días, de manera autosuficiente, desconectado del mundo y su tecnología (sin electricidad, móviles, TV, etc.) y rodarlo sin la ayuda de nadie más. “El frío, el silencio y la soledad son estados que, en el futuro, serán más preciosos que el oro.” “Cada árbol, cada roca y cada arroyo se explican por sí solos, conforman una sinfonía a la que yo no tengo nada que añadir.”

Castillo de Álora: El pasado todo entero.

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Dijo Bergson que no pensamos más que con una pequeña parte de nuestro pasado; pero que es con nuestro pasado todo entero como deseamos, queremos o actuamos. Y lo recordé mientras me perdía entre los recovecos fenicios, romanos, árabes y cristianos del castillo de Álora, una joya inexplicablemente olvidada por los planes turísticos, a menos de 40 minutos de la ciudad de Málaga. Metáfora de las idas y venidas de la historia, al adentrarme en su alma de piedra, al subir a sus torres, pude sentir el origen, el germen fenicio de nuestras civilizaciones, los pasos de aquellos que encontraron en el cerro el lugar propicio para su asentamiento. El trasiego de los visigodos, siglos después, levantaron la fortaleza de las ruinas que encontraron; tras ellos, la devastación de los vándalos; el esplendor de los árabes en el siglo X lo reconstruirían tal y como lo conocemos (aunque apenas se conserve un arco de herradura, único, eso sí, en Occidente), antes del asedio y posterior conquista cr

Peñón de Salobreña - Mirador de Enrique Morente

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"La libertad es el arte de vivir." Esta frase del cantaor granadino Enrique Morente acompaña al monumento con forma de silueta dedicado a su figura que corona uno de los miradores más espectaculares que tiene Salobreña. Pero no es allí, en la cumbre del gran roquedo, a pocos metros del castillo árabe del siglo X, donde comienza la ruta que vamos a ver hoy, sino abajo, en las aguas, las mismas que baten otro promontorio: el Peñón. Comenzamos. Fue hasta hace unos siglos un islote, tuvo una importancia estratégica desde el punto de vista militar, lugar de culto para los púnicos y, entre sus recovecos, se han encontrado piezas de cerámica de épocas tan remotas como el neolítico, la edad del bronce o de la del cobre. Toda una joya que será nuestro punto de partida para comenzar a andar en dirección oeste, camino en el que al otro lado del mar no veremos grandes urbanizaciones, ni instalaciones hoteleras que provocan el irreparable impacto en el paisaje como en otras loca

Castillo de Salobreña - El Caletón II

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Descendemos de nuevo desde el Castillo hasta la Calle Cristo, momento que aprovechamos para comer algo y reponer fuerzas antes de iniciar el camino hacia la playa. Lo decimos siempre, aprovecho y lo digo ya: evitad este tipo de caminatas los días de calor extremo y siempre, por favor, calzado cómodo, protección solar y mucha agua. El senderismo es salud o no es nada. Porque para llegar a La Caleta, lugar en el que están las calas d e El Caletón, El Pargo o El Cambrón hay que atravesar aproximadamente 1 hora de carretera por tierras de cultivo, una carretera en la que no hay prácticamente espacio para el peatón, con lo que es necesario extremar las precauciones. Al final de esta aparecen las instalaciones de lo que era la fábrica azucarera que durante décadas fue la base de la economía de los salobreñeros. Lo que viene a continuación es increíble. Tras un estrecho pero breve paseo de piedra bordeando la costa, se descubre El Caletón, una cala tranquila, solitaria, con apenas cuatr

Castillo de Salobreña - El Caletón I

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Lo reconozco. Cuando se trata de naturaleza, de senderos, de Historia, podría estar caminando el día entero, como un autómata, y casi no me daría cuenta. Tan solo en el momento de la llegada, mi cuerpo se percataría de lo recorrido ¿Por qué cuento esto? Porque la ruta que vamos a ver a continuación son en realidad dos, pero no pudimos resistirnos a hacerlas una tras otra, en el mismo día. Son más horas, más kilómetros, más desnive les seguidos, pero merece mucho la pena. Vimos paisajes increíbles, vistas espectaculares, y en enclaves muy distintos: un castillo árabe del siglo X perfectamente conservado, encaramado en lo más alto de un enorme roquedo; un casco urbano laberíntico de calles empinadas y estrechas y casas encaladas; acantilados abruptos con calas recónditas de la Red Natura 2000 en las que apenas caben una decena de personas. Hablo de Salobreña, un municipio de la Costa Tropical granadina que yo definiría como una perla por descubrir, con un potencial que hace difícil

Sorolla en Salobreña

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A veces, la vida te regala un cuadro de Sorolla, oculto para otros ojos, al cruzar la esquina.  O te obsequia con Morente cantando a Lorca, desde el silencio de un balcón con alas: "Se cayeron las estatuas al abrirse la gran puerta, al abrirse la gran puerta." Ilusión, alegría, sueños, lucha. Da igual. Ábrela. Y que se caigan las estatuas. Todas las estatuas