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El Empíreo

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Encadenando pasos, persiguiendo luces como en un cuadro de El Bosco, esculpìendo cicatrices. Somos un batir de alas, el rugir del viento, siluetas en el horizonte, arena de desierto. Somos el sueño de un ancestro, que pisó por vez primera esta tierra, el rastro de un futuro, la ilusión de una promesa. ¿Qué hay más allá? ¿Cuál la próxima frontera? ¿Qué se esconde tras el Empíreo? ¿Qué detrás de tanta fuerza? Lo pensé mientras abandonaba este mar, estas dunas, el calor, estas playas. Y me acordé de El Bosco, de ti, de tus anhelos, de tu esperanza. No te detengas, que lo llevamos escrito a fuego, el caminar aun estando solos, continuar aunque azote el miedo. Amar, desear, sentir, vivir, subir la última duna. Ninguna idea nos debe despojar de eso. Ninguna. Detalle de "La ascensión al Empíreo", de Hyeronimus Bosch (El Bosco) .

Sorolla en Salobreña

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A veces, la vida te regala un cuadro de Sorolla, oculto para otros ojos, al cruzar la esquina.  O te obsequia con Morente cantando a Lorca, desde el silencio de un balcón con alas: "Se cayeron las estatuas al abrirse la gran puerta, al abrirse la gran puerta." Ilusión, alegría, sueños, lucha. Da igual. Ábrela. Y que se caigan las estatuas. Todas las estatuas

Gualchos. La forja de un carácter.

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Dijo Nietzsche que sólo comprendemos aquellas preguntas que podemos responder, quizá por eso decidí ir a Gualchos, el pueblo natal de la madre de mi tatarabuelo. Crecí observando su retrato y prestando atención a las historias sobre ella que se contaban en mi familia, todas aludían a su temperamento, a su fuerte carácter, a la autoridad ejercida sobre los suyos. Pero pronto intuí que había algo más, oculto tras las sombras oscuras que inundan  su pintura. Porque allá dónde otras personas advertían dureza, yo jugaba a adivinar cicatrices; donde muchos notaban genio, yo percibía algunos ecos de un mundo al derrumbarse; donde otros veían pasado, yo veía futuro. Y me sumergí en libros, legajos, retazos confusos de letras ilegibles. Dª Florentina Martínez nació en este pueblo de la alpujarra granadina en el año de 1802. Se casó con D. Francisco Jaén Maza, natural de Alicante, uno de los pioneros (emprendedores les llamamos ahora) que hizo posible que el Puerto de Málaga fuera, a media

Historia en Almuñécar

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Como dijo Lamartine, la casualidad nos da aquello que nunca se nos hubiera ocurrido pedir. Cuando dejamos La Herradura y llegamos a Almuñécar no sabíamos muy bien qué hacíamos allí, pues aquel no era el tipo de lugar que buscábamos. Pero, ni en nuestros deseos más optimistas se nos hubiera ocurrido pedir, en Almuñécar, un entramado urbano histórico adosado a las murallas de un castillo como el que existió hasta no hace muchas décadas en Málaga o Granada. Y es que siempre me  han parecido fascinantes las fotografías de la Alcazaba malagueña habitada. Casas en su mayoría de una sola planta, de paredes encaladas, calles de trazado laberíntico emulando su origen musulmán, gentes humildes, pobreza, abandono, pena. Aquello tuvo su origen en la pérdida de la función militar de la fortaleza por parte de Carlos III en 1786, lo que atrajo a ella a personas de pobre condición social conformándose todo un barrio. Algo similar ocurrió en La Alhambra, la que descubrieron los románticos, la de los

Isla de Tenerife III. La Laguna.

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Aquellos que defienden que el progreso sólo puede ser hijo de la piqueta, de un urbanismo desenfrenado o de un turismo masivo; quienes ven el pasado como un testigo incómodo deberían visitar San Cristobal de la Laguna en Tenerife.  Dice la UNESCO, que le dió el sello de Patrimonio de la Humanidad, que se trata de un “ejemplo único de ciudad colonial no amurallada”. Sus calles conservan el trazado del siglo XV practicamente intacto (y eso sí que es único). En ellas  puede uno perderse sin sobresaltos, con un turismo amable, que no agrede, con un urbanismo que ha respetado, restaurado y mimado uno por uno edificios que son auténticas joyas, con sus muros de piedra, sus balcones y cierros de madera, igual que hace siglos. Y no por ello es una ciudad sin vida ni se ha quedado atrás en el avance de los tiempos, como lo demuestran sus comercios, sus bares de tapas, sus pubs y sobre todo sus gentes, en su mayoría tan alegres y atentas como las de cualquier otro sitio. Bueno, cierto encanto

Isla de Tenerife II. Aloe arborescens.

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“Con gran asombro descubrió que el césped tenía 7 metros de altura y cuando cruzó un trigal vio espigas de 9 metros. 'Debo estar en un país de gigantes', pensó.” Los viajes de Gulliver Así, como el personaje de la inmortal obra de Swift, puede sentirse uno cuando descubre este imponente ejemplar de Aloe en el fantástico Jardín Botánico de La Orotava, en la isla de Tenerife. Diminuto, minúsculo, pero a la vez fascinado ante una planta a la que acostumbramos  a ver raramente por encima de nuestras rodillas. Aloe, del que normalmente se conoce a la especie Vera por sus propiedades curativas, es un género de plantas suculentas, lo que quiere decir que están adaptadas a acumular agua para hacer frente a la sequía. Ningún aloe es autóctono, ninguno pertenece a la flora de nuestra región mediterránea, aunque se hayan hecho tan familiares. Todos provienen de Oriente próximo, Madagascar y sobre todo de África, de sus tierras secas, áridas, agrestes, como este gigante que

Isla de Tenerife I. Teide.

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En las siguientes entradas narro algunas de las muy interesantes experiencias vividas en mi viaje por la isla de Tenerife: el mítico Teide, el Jardín de aclimatación de La Orotava y San Cristobal de La Laguna.   Cuando llegamos allí, una extensa cola de turistas, la mayoría de ellos extranjeros, guardaba su turno para subir al teleférico bajo un sol que quemaba las esperas. La cotidianeidad nos teje, diariamente, una telaraña en los ojos, dijo Girondo. Pero resulta que hay quien ama a los insectos y a sus artificios y detesta la impostura de lo comercial y del espectáculo. De ese modo, entre los turistas, comenzamos a andar, cómo no, en dirección contraria.  Hay quien, ante tal  paisaje, solo ve desierto. Nosotros vimos maravillas. El Teide es un cono gigantesco, un estratovolcán originado por innumerables y sucesivas erupciones, cuyos materiales rocosos han ido superponiéndose a lo largo de los siglos. El Teide es un paraíso surgido de un cielo volcánico. Parque Nacional, patr